Agnes Barasa y los demás agricultores no eran conscientes de que quemar los residuos de los cultivos estaba dañando sus suelos. Puesta en marcha por la FAO y el FIDA, junto con el Gobierno de Kenya y con financiación de la Unión Europea, la iniciativa BOOST les enseñó buenas prácticas para la salud del suelo. © FAO/Pauline Akolo
Mientras se observa a Agnes Barasa aplicando el abono orgánico en torno a sus hortalizas en el patio trasero de su casa, se podría pensar que se trata de una escena habitual. Sin embargo, hace tres años, este terreno estaba seco, sin rastro alguno de la berza común, los frijoles y los tomates que hoy se ven allí.
Este año, a diferencia de otros, Agnes no está preocupada. Tiene suficiente maíz, maníes, bananos y hortalizas para ganarse la vida y alimentar a sus cinco hijos.
No siempre fue así. Desde que se mudó a la aldea de Maeni, en el subcondado de Kimilili, en Kenya, tras casarse hace dos décadas, las cosechas siempre habían sido escasas. A pesar de su arduo trabajo en la granja, su familia padecía una escasez crónica de alimentos.
Esto se podría explicar en gran parte por unas prácticas agrícolas obsoletas, como quemar los residuos de los cultivos después de la cosecha.
“Yo era una de las agricultoras que solía quemar los residuos de maíz y la vegetación seca en los campos, sin ser consciente del daño que estaba causando a mi suelo”, confiesa Agnes.
Esta nueva y crucial comprensión la adquirió gracias a la capacitación en prácticas agroecológicas que le brindó un proyecto denominado BOOST.
El proyecto BOOST (“Impulso”) está siendo implementado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) junto con el Gobierno de Kenya y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), con fondos de la Unión Europea.
Según explica Jimmy Mweri, coordinador de la FAO para el proyecto BOOST, una de las principales causas de las malas cosechas no era solo que los suelos estuvieran enfermos, sino que se estaban “muriendo”. Los agricultores no eran conscientes de que los suelos pueden sufrir “malnutrición” y que un técnico puede diagnosticarla con un dispositivo de escaneo portátil para averiguar qué es exactamente lo que falla. En muchos casos, se trata de bajos niveles de fósforo y elevada acidez.
“Nunca habría sabido que, al igual que otros seres vivos, el suelo está vivo y que, si está enfermo, se puede llevar al hospital y tratar”, añade Agnes con una carcajada.
Otras prácticas agrícolas problemáticas incluían remover o excavar los suelos después de cada temporada de siembra, dejándolos desnudos durante largos periodos de tiempo, lo que les hacía perder humedad fácilmente y, por lo tanto, los volvía susceptibles a la erosión y a la pérdida de biodiversidad.
En el caso de Agnes, la raíz del problema se remonta a cuando ella y su marido se dedicaban principalmente al cultivo de caña de azúcar. Sin embargo, al poco tiempo, el cultivo de caña de azúcar comenzó a afrontar dificultades, como pagos tardíos o insuficientes por la cosecha, lo que llevó a la pareja —al igual que a muchos otros agricultores—, a abandonarlo para dedicarse al maíz. Pero la práctica del monocultivo y el uso prolongado de fertilizantes químicos, entre otros factores, provocaron que los suelos se volvieran ácidos y pobres.
Poniendo en práctica los conocimientos adquiridos en la formación BOOST, Agnes aprendió a ser consciente de las deficiencias y necesidades de sus suelos y a revertir el estado de la tierra mediante la aplicación de abono orgánico y el uso de fertilizantes orgánicos producidos en su granja.
Agnes aprendió a aplicar fertilizantes orgánicos producidos en su granja. Como resultado, su huerto de hortalizas está prosperando. © FAO/Pauline Akolo
Gracias a todos estos enfoques, Agnes ha podido contar con una cosecha histórica de maíz tras la temporada de “lluvias largas”. El aumento de tres a 15 sacos le ha devuelto la fe en la agricultura.
“Soy una mujer feliz porque mi suelo está dando rendimiento donde antes no lo daba”, explica Agnes.
Su huerto prospera asimismo gracias a los biofertilizantes, los productos para el control de plagas y enfermedades y las semillas híbridas certificadas que le proporcionó el proyecto, junto con la capacitación sobre su uso correcto. Prácticas como la lucha integrada contra las plagas, los cultivos intercalados y la rotación de cultivos, así como la gestión poscosecha, también han sido cruciales para las mejoras que ha observado.
Basándose en su propia experiencia, Agnes es ahora capacitadora de agricultores en su aldea y en otros lugares. Planea ampliar su huerto para producir más hortalizas tanto para consumo interno como para fines comerciales, al tiempo que espera cosechar aún más maíz en la próxima temporada.
Agnes está capacitando a otros agricultores en las técnicas que ha aprendido. Planea ampliar su huerto para producir más hortalizas, como maíz, en la próxima temporada. © FAO/Pauline Akolo
En general, en la región queda mucho por hacer, ya que el cambio climático —con precipitaciones reducidas y erráticas— y un número cada vez mayor de plagas, unido a las malas prácticas de cultivo del suelo, ha llevado la producción agrícola de la zona a nuevos mínimos.
Puesta en marcha en cinco condados de Kenya, la iniciativa BOOST está llegando a 40 000 agricultores para sensibilizarlos sobre lo que exactamente obstaculiza su progreso, con el fin de invertir esta tendencia.
Para ayudar a lograrlo, el proyecto ha establecido 10 centros de servicios agroecológicos para apoyar a los agricultores, Se trata de centros de aprendizaje y prestación de servicios agroecológicos gestionados por jóvenes que han recibido capacitación a través del proyecto BOOST, lo que constituye una fuente útil de empleo para los jóvenes, la mayoría de los cuales acaba de terminar sus estudios.
A través de estos centros, los agricultores aprenden diversas prácticas agroecológicas según sus zonas y reciben servicios como preparación del suelo, siembra, riego, compostaje, control de plagas y enfermedades agroforestales, recolección y agrupamiento, a un precio razonable.
La iniciativa BOOST está ayudando a los agricultores a revitalizar los suelos, lo que a su vez les proporcionará una nueva vida con una mejor nutrición y seguridad alimentaria.
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