Repercusiones de género de la globalización de la agricultura
Para los agricultores en pequeña escala, los beneficios de la comercialización agrícola pueden acarrear unos "costos económicos y sociales importantes"
Una agricultora y su hija en Honduras [FAO/G. Bizzarri]
por Zoraida García
Los pequeños agricultores de los países en desarrollo —y las agricultoras en particular— se ven cada vez más excluidos de la emergente economía alimentaria globalizada. Los pequeños productores suelen formar parte de la población rural más pobre. Las limitaciones a las que se enfrentan tradicionalmente las mujeres rurales (pertenecen normalmente a grupos marginales de zonas rurales que carecen de acceso a recursos productivos) les impiden adoptar nuevas tecnologías, incrementar sus economías de escala y participar más plenamente en los canales de mercado de las fases iniciales.
Las tendencias indican que los agricultores en más pequeña escala de los países en desarrollo abandonan o venden sus granjas de manera creciente, lo que da lugar a la concentración de las tierras y al incremento de la producción comercial de cultivos. Dos recientes ejemplos de América Latina apuntan diversas maneras en que la concentración de la producción y la elaboración tienden a excluir a los pequeños productores de la agricultura. Más de 60 000 productores lácteos en pequeña escala de Brasil han abandonado el sector porque eran incapaces de reducir los costos de transacción y seguir siendo competitivos con unos resultados de ventas y elaboración consolidados. En Guatemala, donde los saturados mercados de hortalizas al por mayor están dando paso a un servicio alimentario cada vez más consolidado, una cooperativa de agricultores con éxito experimentó una fuerte reducción de los productores de tomates, desde 330 hasta seis en tan sólo un año. Los miembros de la cooperativa que sobrevivieron a la consolidación adquirieron las tierras de los que se vieron obligados a abandonar el sector.
Competición por parte de las importaciones baratas
Este proceso de transformación agrícola y concentración de la producción y los recursos promueve un gran desequilibrio entre los sexos, ya que la mayoría de las agricultoras suelen tener granjas pequeñas y familiares mientras que los hombres, más propensos a tener granjas de tamaño medio o comerciales a gran escala, están mejor situados para sacar provecho de la expansión de los bienes agrícolas comerciables.
Si bien el aumento del comercio podría fomentar las inversiones y el desarrollo de la agricultura comercial a gran escala y los cultivos comerciales para las exportaciones, supone una amenaza para la agricultura de subsistencia familiar y para los sistemas productivos a pequeña escala. El entorno internacional, en rápida evolución, ha ejercido presión sobre los agricultores de los países en desarrollo para adaptar e introducir mejoras tecnológicas en sus técnicas agrícolas con el fin de poder competir en el mercado nacional con las importaciones agrícolas baratas y las unidades productivas a gran escala de las empresas multinacionales.
Los agricultores incapaces de sobrevivir en este entorno suelen abandonar la agricultura. Las mujeres, las cuales conforman la mayoría de los pequeños agricultores y de subsistencia, no son capaces de aprovechar la apertura de nuevas oportunidades de mercado para la agricultura. Como ya indicó la FAO, las actividades agrícolas de las mujeres están limitadas por la falta de capital financiero y por el acceso insuficiente a recursos productivos. Las mujeres tienden a presentar un nivel bajo de mecanización e insumos tecnológicos, lo que se traduce en una baja productividad.
La intensificación del comercio agrícola fomenta la comercialización de las granjas pequeñas. La integración en el mercado suele generar grandes cambios en los medios de subsistencia rurales, y normalmente incluye la diversificación de los ingresos del hogar y la participación en actividades fuera de la granja o la migración a zonas en las que se necesita mano de obra remunerada. Este cambio de la procedencia de los ingresos afecta a todos los tipos de bienes de capital familiar, desde los físicos y financieros hasta los sociales y ambientales, e interactúa con otros componentes del sistema de medios de subsistencia. Los recursos familiares suelen destinarse entonces a la intensificación de los cultivos comerciales, lo que podría perjudicar a la producción alimentaria familiar y a la función, desempeñada tradicionalmente por las mujeres, de ser las responsables principales de la seguridad alimentaria del hogar.
El costo del "bienestar familiar"Tras un estudio realizado por la FAO de 16 proyectos de comercialización de la agricultura en pequeña escala (CAPE) en 14 países en desarrollo de África, Asia y América Latina se llegó a la conclusión de que, en la mayoría de los casos, el incremento de los ingresos acarrea pérdidas en la reproducción económica y social humana. El costo que supone costear sustitutos para la producción alimentaria familiar, el cuidado de los niños, las actividades sociales, el tiempo libre, la educación, la expresión creativa, etc. podría superar el poder adquisitivo de los ingresos adicionales. En comparación con los hombres las mujeres tenían una doble desventaja económica. Por un lado, seguían siendo plenamente responsables de las tareas "reproductivas" como el embarazo, el cuidado de los niños y las labores domésticas, mientras que por otro lado los hombres controlaban los ingresos generados por la CAPE incluso en los casos en que las mujeres habían invertido una cantidad igual o mayor de trabajo en su obtención. En aproximadamente la mitad de los casos, los efectos de la CAPE sobre las mujeres en lo que respecta a la toma de decisiones en la familia y a su estatus en la comunidad se consideraron neutrales o negativos. |
Como muestran las investigaciones de la FAO, las familias rurales hacen frente a unos costos económicos y sociales importantes para conseguir beneficios a partir de la comercialización de la agricultura en pequeña escala (CAPE) y la expansión de los bienes comerciables. El aumento de los ingresos generados por la comercialización supone un incremento paralelo de la carga de trabajo familiar. Los resultados sugieren la ambivalencia de este efecto sobre los medios de subsistencia rurales: los ingresos monetarios generan poder adquisitivo pero causan pérdidas en la reproducción económica y social humana.
Tareas domésticas y empleo fuera de la granja
A medida que la agricultura se orienta progresivamente al mercado, las familias rurales dependen cada vez más de los ingresos monetarios para satisfacer las necesidades alimentarias básicas familiares. Las mujeres de las zonas rurales son tradicionalmente responsables de proporcionar alimentos a la familia y podrían verse forzadas a diversificar sus medios de subsistencia, buscar trabajo fuera de la granja o emigrar. Como resultado, las mujeres rurales tienen que soportar una mayor carga laboral ya que continúan siendo las principales responsables de las tareas domésticas al tiempo que se tienen que integrar en el mercado laboral.
Además, en las economías orientadas al mercado el paso del uso de tierras agrícolas a los cultivos comerciales y las exportaciones parece perjudicar el cultivo de alimentos. El nuevo uso de las tierras y las consiguientes estrategias de gestión no intentan mantener las estrategias de obtención de medios de subsistencia para las familias y la comunidad como medida protectora, y únicamente reflejan un objetivo económico orientado a los beneficios a corto plazo.
La expansión en la producción de cultivos comercial podría tener repercusiones adversas sobre los pequeños productores y los mercados nacionales locales pero, al mismo tiempo, la producción orientada hacia la exportación podría ayudar a incrementar las oportunidades laborales fuera de la granja para las mujeres a corto plazo. Aunque los sueldos son bajos, las fuentes de empleo fuera de la granja para las mujeres de Ghana y Uganda parecen desempeñar un importante papel a la hora de conseguir los índices de pobreza rural más bajos y en mayor descenso para las mujeres cabeza de familia. Las mujeres que han cultivado desde siempre los alimentos de sus familias y abandonan el hogar en busca de empleo fuera de la granja podrían sufrir la escasez del suministro alimentario procedente de las tierras familiares, lo que podría acarrear implicaciones para la situación nutricional de la familia.