Género

Las escuelas agrícolas de Uganda implican a mujeres y hombres en la prevención de la violencia de género

Después de dos décadas de conflicto, la violencia contra las mujeres sigue representando un desafío para la recuperación de Uganda. Al proporcionar aptitudes para la vida y conocimiento sobre producción agrícola y nutrición, las escuelas de vida y de camp

Una mujer, miembro de las FFLS, cultiva ocras en su parcela [FAO]

25/11/2010

En medio de un conflicto civil devastador desde 1986 hasta 2006, Uganda septentrional continúa siendo una de las regiones más pobres del país, en la que un 64 % de la población, el doble de la media nacional, es incapaz de satisfacer sus necesidades básicas. Se estima que 1,8 millones de personas tuvieron que desplazarse forzosamente a lo largo de los años como consecuencia de la guerra, lo que provocó que tanto hombres como mujeres estuvieran al borde de la inseguridad alimentaria crónica.

La pérdida de vidas y bienes, además de reducir las oportunidades relativas a los medios de vida, ha expuesto a comunidades enteras a una multitud de injusticias sociales, entre las que se cuenta la violencia de género. El maltrato y la humillación a la mujer supone un 55 % de la violencia de género en Uganda; sin embargo, otras formas comunes de abuso son la violación, la explotación sexual, el matrimonio forzado y la usurpación de las propiedades. Los niños y los hombres también han sido objetivo de la violencia, principalmente mediante la coacción para desempeñar actividades militares.

Los estudios realizados en el norte del país también apuntan a una gran correlación entre la inseguridad alimentaria y los casos de violencia. Incapaces de alimentar a sus familias, los hombres suelen recurrir a conductas de afrontamiento como el abuso de alcohol o de drogas, mientras que puede que a las mujeres no les quede otra opción que mantener relaciones sexuales a cambio de comida y otros bienes. Con frecuencia, los desacuerdos relativos al modo de gestionar los limitados suministros alimentarios de los hogares también derivan en violencia.

En el distrito septentrional de Amuru, por ejemplo, se observó un incremento de los casos de violencia de género durante el período de hambre de abril a junio, así como durante la estación seca de noviembre a enero, momentos en los cuales las familias eran más propensas a padecer carencias de alimentos o falta de acceso a las hortalizas frescas.

Restablecimiento de los medios de subsistencia

Con el objeto de hacer frente a las causas subyacentes de la violencia de género, la FAO, en colaboración con el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), puso en marcha una red de escuelas de campo y de vida para agricultores en 2009. El proyecto, financiado por el Gobierno de Noruega, está dirigido a los distritos ugandeses septentrionales de Amuru, Katakwi y Abim. Al ayudar a hombres y mujeres a recuperar los conocimientos agrícolas básicos que se perdieron durante los años de conflicto, las escuelas intentan proporcionarles mejores opciones para obtener medios de subsistencia.

Como parte de las FFLS, grupos de agricultores vecinos, integrados tanto por hombres como por mujeres, se reúnen periódicamente para aprender una serie de prácticas agrícolas tradicionales y modernas, tales como: la preparación del terreno, la siembra, el trasplante, el procesamiento, el almacenamiento y la conservación de los recursos. A través de debates guiados en las clases, los estudiantes aprenden cuestiones sobre nutrición saludable y prevención del VIH y además se les alienta a abordar los problemas relativos a las desigualdades y la violencia de género.

Hasta la fecha, se han establecido 60 FFLS plenamente funcionales en los distritos objeto del proyecto y se ha formado a 21 facilitadores para que introduzcan en las actividades de las escuelas las cuestiones relativas a la violencia de género, uno de los temas especiales que afecta a las familias del medio rural. Se debaten libremente los problemas referentes al acceso y el control desiguales de los recursos a fin de promover cambios de actitud positivos.

Los miembros de las FFLS también tienen acceso a molinos de propiedad compartida y pueden obtener préstamos y créditos para inversiones que les ayudarán a pagar la educación de sus hijos y reducir, por tanto, la tensión en casa. Se hace uso de métodos participativos para ayudarles a crear habilidades empresariales como el mantenimiento de registros, la presupuestación y la apertura de cuentas de ahorro. Asimismo, las escuelas para agricultores asisten a las víctimas de la violencia de género en el establecimiento de vínculos con proveedores de servicios médicos, consejeros y autoridades locales.

Acen Helen, miembro de las FFLS que vive en el distrito de Katakwi, experimentó personalmente las ventajas de las actividades en materia de prevención de la violencia de género: "Mi marido había acumulado deudas en la aldea y tenía la costumbre de vender objetos de nuestra casa, incluyendo comida", afirma. "Si le preguntaba, se volvía violento y amenazaba con enviarme de vuelta con mis padres, ya que llegué sin ninguna propiedad".

"El año pasado tomé prestado dinero para pagar sus deudas y comprar un cerdo que recientemente ha dado a luz a nueve cerditos. Nunca habría imaginado cómo esto cambiaría el ambiente familiar, ver a mi marido dispuesto a ayudar en el cuidado de los cerdos."

La mayoría de las mujeres beneficiarias también han creado huertos familiares para reducir el gasto en hortalizas y se alienta tanto a hombres como a mujeres a invertir en actividades alternativas de generación de ingresos con el objeto de aumentar la autosuficiencia y la seguridad alimentaria.

Bases para medidas futuras

A través de una serie de proyectos afines, la FAO ha estado a la vanguardia en las intervenciones de apoyo a los medios de vida llevadas a cabo en Uganda. Hasta la fecha, ha aumentado la capacidad de 25 ONG locales e internacionales, además de haber apoyado el establecimiento de más de 2 000 FFLS en el norte y el nordeste del país.

Las desigualdades arraigadas presentes en la distribución del poder, de los recursos y de las responsabilidades entre hombres y mujeres con frecuencia dan lugar a una espiral de pobreza, violencia de género e inseguridad alimentaria. Al ayudar al reasentamiento de las comunidades para restablecer sus medios de vida, ha quedado patente que las FFLS son sumamente eficaces en la prevención de la violencia. Su enfoque, que se centra en la cohesión y en la voluntad de los agricultores de solventar los problemas de manera conjunta, es decisivo a la hora de fomentar el conocimiento, la autoestima y las capacidades adecuadas para tomar decisiones positivas.