Mantener vivos los sabores de Montenegro
“Estoy muy ilusionado por recibir la certificación de IG, porque nos dará nuevas oportunidades, abrirá nuevos mercados y líneas de negocio”, añade.
Producido sobre todo por mujeres, el queso Kolasin Lisnati (queso en capas) es uno de los alimentos más recientes con etiquetado de indicación geográfica (IG) en el norte de Montenegro. ©EBRD-FAO/Dermot Doorly
Danka Sekularac, del norte de Montenegro, vive desconectada de la red eléctrica. Su casa funciona con energía solar. El agua la obtiene de un arroyo cercano. Sus alimentos son caseros.
Su entorno -las montañas del Parque Nacional de Biogradska Gora, con sus extensos bosques de pinos, onduladas praderas, arroyos de aguas cristalinas y lagos glaciares- irradian un ambiente de naturaleza impoluta.
Pero la vida aquí puede resultar muy dura.
Los pequeños campesinos como Danka solían depender en gran medida de la agricultura. Tanto es así, que una mala cosecha de arándanos o una mala temporada de miel podría ser suficiente para poner en peligro sus medios de subsistencia. Las oportunidades eran escasas, y los jóvenes se marchaban o se sentían tentados a trasladarse a otro lugar.
Pero con la ayuda de la FAO y del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), comenzaron a surgir nuevas oportunidades.
Un centenar de pequeños agricultores de aldeas montañosas del norte de Montenegro están ahora aprovechando los beneficios del agroturismo y logrando reconocimiento por preservar tradiciones culinarias centenarias. Y una forma de vida que, en otros lugares, se abandonó hace mucho tiempo o se está extinguiendo lentamente.
Danka, de 30 años de edad, recibe a turistas -en su mayoría de otras partes de Europa-, en “katuns”, cabañas de madera centenarias utilizadas en el pasado por pastores nómadas. Les ofrece las opciones de hacer caminatas guiadas y paseos a caballo, lecciones de fabricación de quesos, y les deleita con alimentos frescos y orgánicos.