Apoyo a los agricultores familiares de Brasil a acceder y competir en nuevos mercados

Un grupo de personas disfrutando de una comida juntos en botes en un río.
©La Stampa/Sanjit Das
Durante más de una década, la FAO ha apoyado a los agricultores familiares en el estado brasileño de Rio Grande do Norte para mejorar la productividad agrícola y desarrollar sus empresas, facilitando así el acceso y la competencia en nuevos mercados. Esto incluye promover inversiones para el cumplimiento de las normativas sobre seguridad alimentaria.
También implica encontrar soluciones para responder a las demandas de los programas institucionales de adquisición de alimentos, tales como los de escuelas y hospitales, así como para facilitar el acceso a los mercados privados formales.
En términos de crecimiento económico, Rio Grande do Norte no ha logrado seguir el ritmo del resto del país. Las tasas de pobreza son elevadas. Aproximadamente la mitad de los hogares del estado enfrentan alguna forma de inseguridad alimentaria, en comparación a un tercio a nivel nacional. Asimismo, la desigualdad de ingresos y género son prevalentes, sobre todo en las zonas rurales.
La agricultura en este estado propenso a la sequía constituye el principal sustento de la población rural en situación de pobreza. No obstante, la mayoría de los productores son agricultores familiares que comercializan informalmente los excedentes que no consumen.
El Centro participó en el diseño y la implementación de la primera fase de este proyecto multisectorial financiado por el Banco Mundial, y apoyó el diseño de la segunda fase, cuya aprobación para financiamiento se prevé en 2025.
El proyecto ha trabajado para mejorar el acceso de agricultores familiares a los mercados y a infraestructuras productivas, como sistemas de abastecimiento de agua, riego y carreteras. Asimismo, se ha centrado en mejorar el acceso a una asistencia sanitaria de calidad, educación y seguridad pública.
El estado identificó cadenas de valor con alto potencial de generación de ingresos dentro y fuera de las fincas, tales como la acuicultura, la miel y la apicultura, producción de coco y anacardos, cría de cabras y ovejas, agricultura de regadío, la artesanía y el turismo.
De las 119 organizaciones de productores subvencionadas por el proyecto, 74 obtuvieron certificación en materia de seguridad e higiene alimentaria.
Todos recibieron asistencia técnica para mejorar el acceso al crédito, fortalecer sus capacidades en inteligencia comercial, marketing y gestión empresarial, para facilitar su integración a los canales formales de mercado.
El proyecto promovió la adopción de prácticas y tecnologías agrícolas sostenibles, desde el uso bioinsumos y el manejo integrado de plagas hasta el aprovechamiento de energía solar y el uso de aguas residuales del procesamiento agroindustrial para el riego, entre otras áreas.
Estas intervenciones están diseñadas para incrementar la productividad agrícola Y reforzar la resiliencia climática de los agricultores.
La segunda fase del proyecto se basará en estos logros e intensificará los esfuerzos para apoyar a las organizaciones de productores en su vinculación con compradores comerciales de mayor escala, incluyendo supermercados.